"Cuando vimos los presentes pensamos que era bastante extraño y cuando empezamos a abrirlos era tostadora, tras tostadora, tras tostadora", relató Claire, de 31 años. "Casi todas eran de la misma tienda así que cuando las llevamos para devolver los empleados no podían parar de reírse. ¡Y cuando llegamos a casa comimos tostadas!"
Según se supo después Stuart, electricista de 31 años, le había dicho a sus compañeros de trabajo que prefería que le regalen dinero porque no quería terminar "con un millón de tostadoras". Esto inspiró a uno de sus amigos a tramar la broma y convencer a todos de que compraran tostadoras.
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